Con una ligereza sospechosa, las personas adultas de las civilizaciones escriturarias venimos denigrando al nuevo “homo sistematicus”, que ya no necesita ni quiere leer tanto. No cree en el fundamentalismo de la lectura.
Pero las culturas del escribir y del leer alumbraron gentes capaces de Auschwitz, Vietnam, Hiroshima, los CIES, Guantánamo… La civilización del alfabeto y de la escuela desembocó en un inconmensurable horror histórico. Lo advirtió hace años E. Subirats en “Contra la Razón destructiva”.
Los seres telemáticos, cibernéticos, todavía no han dado señales de resolverse en tales masacres.
Nuestro pasado es inasumible, ya que pertenecemos a una forma cultural arraigada en el belicismo, en la colonialidad, en el etnocidio, en la sujeción patriarcal, en el eco-exterminismo. Si algo se modifica en ella, difícilmente puede ser para peor…
En vez de enjuiciar tanto a los jóvenes (cuyas vidas han sido, efectivamente, en gran medida digitalizadas), deberíamos ajustar cuentas con los mayores y la semilla de destrucción que dejaron en nosotros.
La Catástrofe ya fue: conviene recordarlo porque, siendo la Humanidad, no ya un Sujeto, sino “una mera suma de animales”, que decía Cioran, carece de memoria.
Nuestros hijos y nietos tendrán que esforzarse mucho si quieren superarnos en capacidad de engendrar horrores.
(Aforismos desde los no-lugares)